¡Me muero, me muero! decía.
Era mentira no se moría y se notaba sobre todo porque apretaba mucho los ojos y tenía espasmos en la piernas y antes de caer al suelo había dejado las gafas con las patillas dobladas con sumo cuidado en el alfeizar de una de las ventanas del patio.
Esas muertes suyas son muy divertidas para los que las conocemos pero para el personal temporal o para la gente de la calle es un drama de verdad y se asustan muchísimo.
Vicente tiene permiso para salir a pasear y algunos días le da por torear a los coches en la carretera que lleva a Valladolid (su pueblo) o morirse de repente en cualquier calle de la ciudad.
Vicente se muere a veces muy bien cuando le da la gana y puede hacerlo en cualquier sitio. Hasta la policía se asusta y llama al 112 para trasladarlo al servicio de urgencias donde ya lo conocen.
Siempre nos llaman de urgencias con voz de aburrimiento diciendo: Te llamo de urgencias, tenemos aquí a Vicente, te lo mando… y plás, cuelgan sin esperar respuesta.
Y llega Vicente tumbado, medio muerto, en una camilla y siempre lo recibo igual : Vamos coño Vicente, que se enfría la cena, date prisa que hay croquetas ( le encantan las croquetas)
- Ya voy Amparo, es que me había muerto. Perdona ya no me vuelvo a morir, te lo prometo.
Miente como un bellaco, mañana se volverá a morir exactemente igual que esta noche y aunque caigan chuzos de punta como esta noche.
1 comentario:
syyyyyyyyyyyyyydddddddddddddddd, no cambies porfa, mi Bleit de las almas mías¡¡¡
Concha ha dexito.
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