Aparecías como una exhalación,
como un torpedo chico, pequeñito,
de un lado del jardín hasta mi centro.
Y allí yo te firmaba la llegada
con mis brazos en “o” como un anillo
diciéndote : Si, quiero
Me convertía en agua para purificarme
y me alzaba imprecisa pero bien decidida
sobre tu cuerpo escaso y diminuto.
¡Donde estarás ahora niño mío!