viernes, 6 de marzo de 2009

MI OTRO POEMA DE SANTIAGO.

Como no sería de recibo que subiera a primera plan sólo los poemas bonitos que me dedican y no los críticos, subo este otro también de Santiago reprochándome lo que él siente muy equivocadamente como un “engaño”


POR CAUTELA
Ni Batania o Giovanni, ni Redondo,
ni Sanyago, ni Gato o Canciller(*)
podían sospechar que esta mujer
mintiérales -de fábula- hasta el fondo

Quisieron demostrarle todo el hondo
cariño que profesan a su ser,
pero la muy taimada -por joder-
les ha tomado el pelo a lo cachondo.

Seis creaturas de Dios, seis inocentes,
seis incautos de blog, seis corazones,
seis poetas en suma, que imprudentes

rindieron a un adiós sus corazones;
ahora, escarmentados y prudentes,
se cubren -por cautela- los cojones.

Nota: (*) Bismark (como el Canciller, sin Von, claro)
Santiago Redondo Vega, engañado pero risueño.

(P.D. Perdóname Amparo, como ves, todo esto era una simple excusa para garabaterar un soneto)



No Santiago, este soneto tuyo no es una simple excusa para garabatear nada y no sabes cómo lo siento.
Te voy a responder desde mi incapacidad para rimar nada que no sea por ejemplo:

Jamás yo tomaría el pelo nunca
a tal terceto exacto que utilizas.
Tal vez te falten claves, no analizas.
No es Bata, ni es el gato y no es Giovani
-terceto- que por dos (cojones digo)
hacen docena exacta y muy concisa.
……..






Deber saber Santiago amigo mío
que no soy yo mujer que en la mentira
se suela aposentar...pero ven, mira:
Cede por un momento tu bravío,
tu golpe macho helado de cabrío
que se siente engañado. No es la ira
quien tiene que encender toda esta pira,
este nuevo decir cruel e impío.


¿Y si tuviera yo cualquier motivo
que guardo a buen recaudo para el hecho
de mi decir me voy… pero me vengo?

Señor Vega lo mío, no es altivo,
tal vez asuntos propios de deshecho
que no debí exhibir; puro devengo.

Perdone su merced si este soneto
no cumple su misión ni la hermosura.
Contad a mi favor que soy alumna
y vos y sin abuela, un gran maestro



Ahora en serio te digo que te equivocas Santiago y que lo siento.

Un abrazo.

2 comentarios:

VICTOR VERGARA dijo...

jajaja, me gusta.

No tengo inconveniente en ser engañado cuantas veces sea necesario.

Abrazos.

Santiago Redondo Vega dijo...

Querida Amparo, como poeta, sabes que apenas se necesita una simple disculpa para decir en verso, y yo creí encontrarla en tu cerrojo de ida y vuelta; perdóname de veras si he llegado a herir tu sensibilidad, jamás fue esa mi pretensión, ni por asomo. Tu aparente fuerza y dureza femenina y mental, tu sensibilidad lírica y tu mundo grande, quizá me llevaron a pensar, que a ti, precisamente a ti, nada podría llegar a hacerte daño, y menos una broma. Tal vez toqué tu fibra más sensible, la de la amistad traicionada, para mi un argumento lírico, para ti un pecado imperdonable. Yo sólo trataba de jugar con la palabra y a ti sólo te quedaba la sensación de duelo. Perdónale a mi boca, que me la guardo y te dejo, como prenda, la disculpa en labios de mi pluma.



Me pudo el verbo macho de cabrío,
que tú defines bien; perdí la boca
y desde la emoción que se equivoca
interpreté tu amago en descarrío.

Desde el respeto, siempre, al albedrío
de esa enorme mujer que nos provoca,
entono el “mea culpa” pues me toca,
y redimo en perdón mi desvarío.

Fue la ignorancia en mí de esos asuntos
que nublaron tu blog por un momento,
y el ver a todos esos vates juntos

llorando de clausura en tu convento
razón de mis aciagos contrapuntos.
Sereno vuelvo a ti; y me arrepiento.

Hoy sé que no era cuento,
pero todo este asunto me ha servido
para leerte en verso más bruñido.

Un abrazo, siempre.