LA FELICIDAD DE SER FUNCIONARIO.

Los turnos de trabajo, la edad y supongo que alguna cosa más, me han convertido en insomne. Intento despistar a las noches escuchando esos programas de radio a los que llama gente sin pudor ninguno y bien escudados en el anonimato que ofrece ese medio dónde no se necesita poner cara, ni llevar en la boca el dni.
Las larguísimas noches de hospital me han hecho adicta a ese tipo de cotilleo, de voyerismo radiofónico, que aparte de entretenerme, hasta hasta me reconfortan las más de las veces al ver que hay gentes que sufren más que yo, más desgraciadas infinitamente que yo.
Ayer mismo me alegré mucho de ser una funcionaria del sistema nacional de salud (de las funcionarias que curran de verdad, eso sí) cuando oí a un chico que decía que había tomado la decisión de hacerse puto - él decía chico de compañía que suena más fino y menos degradante- debido a que por la tan llevada y traída crisis, se había quedado en el paro hace dos meses. Pedía que “alguien” le dijera en qué baretos de Madrid podía iniciarse en este trabajo alternativo para paliar su falta de liquidez y poder hacer frente al pago de su hipoteca. No le importaba viajar cuatrocientos km de ída y otros cuatrocientos de vuelta desde Cáceres a Madrid todos los días si era preciso con tal de que nadie pudiera reconocerlo en tales actividades laborales.
Lo único que me escamó pero que me hizo sonreír, es que decía que le encantaba el sexo y que soportaría el sufrimiento estoicamente cuando tuviera que acostarse con mujeres que no le gustaran siempre que pagaran bien.
Una vez más comprobé cuan prácticos -y a diferencia de las mujeres- son los señores siempre y qué facilidad tienen para arrimar “el ascua a su sardina” y lo entrecomillo porque podría ser una metáfora.
Esto....¿por donde iba? mmm es igual, el caso es que me sentí muy afortunada por ser funcionaria – de las que curran, eso sí- en estos momentos de crisis.