jueves, 19 de febrero de 2009

CARTA A UN AMIGO.

Querido amigo mío:
Hoy te escribo con la pena aún intacta por tu ausencia.
No sabes cómo extraño tu forma generosa de mirarme. Nunca me sorprendió; tú no sabías mirar de otra manera y engrandecías todo en la justa medida de tus sueños.

Pero ocurre que a veces los sueños se equivocan, se confunden y se hacen como esas nubes que al mirarlas se asemejan a figuras que no existen.
De repente vemos nuestros propios monstruos y otras veces a brujas disfrazadas de princesas que intentan agredirnos desde sus cielos por muy azules que sean y nos asustan tanto que huimos en la dirección equivocada.

Y es que hay regiones propicias al abandono, al desamparo con la única justificación del miedo. Es licita la huída del cobarde, aconsejable incluso y si al enemigo cobarde hay que tenderle un puente de plata, al amigo confuso y asustado uno de oro.

Tal vez no sabías que la amistad es un bosque lleno de luces cenitales que deben ser miradas porque nos iluminan pero también de ramitas diminutas que crujen al pisarlas.
Te asustó el ruido de tus propios pies, del peso de tu inmensa humanidad al transitarla y se hizo olvido.



Tuya siempre, te deseo toda la paz.

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