CAPITULO SEGUNDO.
Mientras intentaba olvidar mis últimos instantes por feos y poco elegantes para una señora como yo, nacida en una familia de alcurnia y rancio abolengo, miraba cómo dije antes a través de los párpados, rogando que mi descomposición no fuera perceptible al olfato de aquellos que asomaban la cabeza para verme por última vez, no fuera que cerraran la tapadera y me quedara a oscuras y sin entretenimiento.
Se iban asomando con cara compungida y brevísimamente sin decirme ni siquiera hola.
Estaban todos. Sí todos los que esperaba que estuvieran; no faltaban ni aquellos compañeros de trabajo que nunca me tragaron por el simple hecho de hacer las cosas de forma diferente. Yo no digo ni mejor, ni peor si no diferente.
A la gente no le gusta que hagas las cosas de forma diferente, ni que te rías demasiado, ni que llores demasiado, ni que subas o bajes si ellos no suben o bajan. Nada, no les gustas nada si haces las cosas sin fijarte en como las hacen ellos desde hace mil años.
Se asomó Clodomiro que es altísimo y fue jugador de Baloncesto en sus tiempos jóvenes y que por costumbre también en sus tiempos jóvenes había aprendido de su padre a inflar a hostias a todos los enfermos si se ponían farrucos. Es cierto que entonces en muchas ocasiones no había más remedio que utilizar la fuerza a falta de medicamentos, pero de ahí a darles una paliza o duchas frías va un trecho que nunca entenderé.
Siempre me miró desde su uno noventa y cinco con cara de mala leche cuando nada más llegada y a estrenar en el mundo del psiquiátrico, novata yo hablaba con los enfermos o accedía a sus peticiones pero por el simple hecho de que me parecían razonables y nada extravagantes, y no por llevarle la contraria como estoy segura que pensaba.
No dijo nada pero creo que se alegró mucho al verme allí tumbada sin necesidad de su intervención. Más de una vez le habría gustado tumbarme y verme desnucada de un puñetazo. Lo se porque aprendí de los enfermos cuando están agresivos la expresión de contención que tienen en los ojos. Él siempre me miro así, contenido.
....continuará.
10 comentarios:
ostras el alto me recuerda a alguien, ummm mejor no dar detalles que luego todo se sabe
me quedo pegada esperando próximo capítulo ;)
Es cierto a la gente no le gusta que hagas las cosas difentes.
Ese personaje alto da un poco de miedo.
Pues ya ves, Bleti, yo sí te leo y sin necesidad de camisetas, así a pelo descubierto, como los viejos legionarios y sus cabras.... (creo que me estoy liando).
Un beso como un balido.
Oye Bleti, que este folletín por entregas, va sonando muy bien en sus dos primeros capítulos...
Me quedo esperando, en compañía de mi querida Luisa.
Con besos.
Montse, Luisa: Que conste que todos los personajes son pura ficción y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
¿Cuando se ha visto que una muertecita hable?
¿Nunca verdad?
....pues eso. Je, je, je
Así como debe ser Ignacio, como los hombres de pelo en pecho, con dos....
No quita que en vez de camisetas yo haga gorritos bordados con vuestros nombres y el mío para el crudo invierno y que ponga: Fulanito o menganita lee a Bletisa..........que todo se andará.
Muac.
¿Suena bien Soco?
Pues si lo dices tú, lo creo, que eres una señora y escritora seria.
Un beso.
Hola Bletisa!
Qué emocionante está!..que no te cierren la tapa,haber si ves asomar a alguien más..
Cuando hacemos las cosas diferentes,nos miran raros,y enseguida vienen a decirte..aquí lo hacemos así,no es que lo hagas mal,pero en cada sitio tienen una costumbre,y te tienes que hacer a ellas.Parecen autómatas,repitiendo siempre los mismos pasos,de la misma forma,en el mismo orden...
Perdón,me lié..un beso!
jajjaja, si, si, Estrella que no me la cierren.
Uf que miedo.
Esto pinta muy bien... a ver que nos espera :)
Besos
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