domingo, 6 de septiembre de 2009

MILAGROS SIN ANILINA.


Llevo años teniendo la fortuna de poder despertarme cada día, de salir del sueño como si no hubiera pasado nada, como si fuera normal y algo sin importancia medio morirse y reincorporarse a la vida después de ese trance que sufrimos cada noche.
Sigue pareciéndome algo sorprendente, inexplicable por mucho que se empeñen los sabios en explicarme sus teorías.

Despertarse cada día es un milagro de los de verdad; de los de verdad, de verdad y no como esos en los que una figurita de escayola llora sangre de anilina.

Despertarse, por ejemplo, es tan misterioso como que un Airbus A380 pueda despegar del suelo con sus 540.000 kilos de peso y pasearse por el cielo durante 15.000 km como si fuera una brizna de yerba seca, o tan milagro como que la luna o el sol o la tierra puedan mantenerse colgados en otro milagro más grande aún, en el universo, sin cuerdas ni nada que los sujete.

Incluso es un milagro que alguien te quiera muchísimo sólo porque sí, porque le da la gana quererte sin que ni siquiera le hayas dado nada a cambio.

No me sirven ni las explicaciones físicas, ni químicas, ni aeronáuticas, ni las astronómicas ni las psicológicas . Son milagros, milagros de los de verdad, de verdad.
Y es que basta con despertarme cada día y que alguien me diga que no hace otra cosa que pensar en mí, saber que un Airbús A380 puede volar, o haber visto la luna llena de ayer, para saber que existen los milagros de verdad, sin anilina de por medio.

3 comentarios:

Jose Zúñiga dijo...

Yo, cuando me despierto, no se si duermo y estoy soñando aún. Vivir consiste en huir detrás de un sueño hasta reventar, que dijo Manolo Vincent.

Milagros a tutiplén.

Bletisa dijo...

Pues yo grito bajito ¡milagro, milagro, joer que suerte tengo!

Carmen dijo...

Serías una articulista de la leche, que lo sepas...